Un chico algo travieso, tira un ladrillo contra la ventana de la panadería de su barrio y la destroza. El panadero sale furioso a la calle, pero el chico ya se ha ido.
Rápidamente comienza a reunirse un grupo de curiosos que observan los restos de la vidriera sobre los panes y las facturas del local. Algunos de los curiosos comienzan a filosofar acerca del hecho y expresan que, después de todo, esta desgracia puede tener su lado bueno: significará una ganancia para algún vidriero.
¿Cuánto cuesta un nuevo cristal? ¿100 euros? No es una suma tan importante. Además, si los cristales nunca se rompiesen ¿Qué pasaría con los negocios de cristalería? El razonamiento continúa. El vidriero tendrá 100€ más para gastar en otras cosas y esto a su vez hará que otros gasten esos 100€ y así hasta el infinito.
Así, la «ventana rota» va a ir generando dinero y empleos en forma de espiral y la muchedumbre concluirá, entonces, que el chico travieso lejos de ser una amenaza pública, se ha convertido en un benefactor social.
Bastiat y los costes escondidos
«Pero si, por deducción, se llega a la conclusión, como a menudo ocurre, que es bueno romper cristales, que esto hace circular el dinero, que ayuda a la industria en general, estoy obligado a gritar: ¡Alto ahí! Vuestra teoría se detiene en lo que se ve, no tiene en cuenta lo que no se ve». Frederic Bastiat.
La historieta narrada con anterioridad puede parecer simple en su exposición, pero su trasfondo es poderoso. Piensen en la Segunda Guerra Mundial. Si acuden a artículos o libros de historia, en más de uno encontrarán que tras el conflicto bélico, la economía global creció exponencialmente. Parece extraerse de algunos textos que «lo mejor» que pudo pasar para el crecimiento económico positivo y la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos en los años venideros fue una gran guerra; que debido a la destrucción provocada por el conflicto armado pudo realizarse una reestructuración económicamente tan exitosa. Si afinan el ojo, es la misma retórica que la del cuento precedente.
Esta historia fue expuesta por el periodista económico y pensador francés Frederic Bastiat. Mediante el razonamiento que lleva a cabo sobre la ventana rota de la panadería, Bastiat pretende demostrar cómo la mayoría de las personas se fijan exclusivamente en los beneficios de una determinada actividad, pero ignoran los costes escondidos; solo prestan atención a lo que ven, pero no a lo que no ven.
Ejemplos hay por doquier de la falta de percepción de estos costes ocultos. Piensen por ejemplo en los movimientos luditas del siglo XIX o en su homólogo a día de hoy que se podría denominar como neoludismo: una corriente de pensamiento que rechaza el desarrollo tecnológico como las innovaciones en Inteligencia Artificial por la posible destrucción de empleo. Piensen por ejemplo en el proteccionismo o en movimientos como el decrecentismo. Todos ellos caen en el mismo error que preocupaba a Bastiat: ver sólo lo que está ante nuestros ojos, observar los efectos inmediatos y directos de la acción humana e ignorar aquello que se esconde tras nuestras acciones, aquellos efectos derivados o indirectos.
Los neoluditas no son capaces de comprender los beneficios que probablemente tenga la Inteligencia Artificial en la productividad y el crecimiento económico en el largo plazo porque caen en el error de sólo fijarse en lo que les atañe personalmente. Extrapolan los perjuicios personales que soportarían si una máquina les sustituye en el trabajo ignorando el ahorro que esta sustitución generará en la empresa, en el sector y en la economía. Esta dificultad de disociar lo personal de lo social, lo que afecta al sujeto con lo que afecta al conjunto, lo que puede ser beneficioso para mi de lo que puede ser negativo para el resto, es lo que subyace al razonamiento de Bastiat.
La Inteligencia Artificial será social y económicamente provechosa, aunque me deje sin trabajo. El proteccionismo es perjudicial para el conjunto de la sociedad aunque beneficie a mi empresa. Y el decrecer será perjudicial en especial para los países menos desarrollados aunque satisfaga mis creencias preferidas. No debemos quedarnos solo en la superficie de lo que se ve, sino que debemos penetrar en aquello que se esconde.
Teoría del coste de oportunidad
«El problema básico de la Economía surge porque los recursos son escasos, pero los deseos humanos son prácticamente ilimitados. Esto obliga a las sociedades a tomar decisiones sobre qué producir, cómo producirlo y para quién». Paul Samuelson.
Tras estos argumentos, lo que se oculta es un concepto económico básico y un modelo mental indispensable que juega un rol muy destacado en la toma de decisiones: el coste de oportunidad. Este se define como el valor de la mejor opción no elegida. Es decir, aquello a lo que se renuncia cuando tomamos una decisión, lo que no he ganado con una opción por el hecho de haber elegido la otra.
En el ejemplo de Bastiat, el dinero que gastará el panadero para reparar la ventana no podrá destinarse para adquirir otros bienes y servicios que le serían de utilidad. Tiene que optar por arreglar el cristal en detrimento de los beneficios que habría conseguido de no tener que reparar la ventana. Bastiat nos muestra como todo tiene un coste de oportunidad, e ignorarlo, como hacen los vecinos del panadero, nos llevará a decisiones subóptimas y a interpretaciones erróneas sobre el impacto económico real de los fenómenos económicos.
El coste de oportunidad puede ser monetario, entendido como aquel beneficio económico al que se renuncia por haber optado por otra decisión. Por ejemplo, si compramos un coche en vez de invertir ese dinero en un fondo de inversión, el coste de oportunidad serán las posibles ganancias del fondo. También puede ser un coste no monetario, como sería por ejemplo el caso de quedarte en la biblioteca estudiando en vez de quedar con tus amigos. En este caso, renunciamos a pasar un buen rato en su compañía.
Este concepto brota de la propia realidad. Los recursos son escasos, por lo que los individuos, grupos o sociedades debemos elegir entre diferentes alternativas. El elegir unas nos obligan a renunciar a otras, con las consecuencias que ello conlleva. En toda transacción, en toda decisión, existe un trade-off, una compensación. Intercambiamos bienes por dinero, trabajo por ocio, actividades por tiempo. Si elegimos ser abogados y cursar la carrera de Derecho, estaremos renunciando a esa otra carrera que también nos gustaba y a los posibles trabajos que esta nos depararía. Si decidimos acudir al bar con nuestros amigos, estaremos renunciando a cenar esa noche con nuestros padres. Si decidimos quedarnos en el sofá viendo una película, estaremos renunciando a acudir al gimnasio. Todo en la vida tiene unos beneficios y unos costes, ser conscientes de este principio tan elemental nos hará tomar mejores decisiones como individuos y como sociedad.
Coste de oportunidad = Valor de la opción escogida – Valor de la mejor opción descartada
El coste de oportunidad nace y muere en la propia economía, ya que perdería su esencia si los recursos no fuesen limitados. La finalidad del individuo es minimizar en la medida de lo posible este coste de oportunidad. Debe tenerse en cuenta que en ocasiones este coste será algo objetivo, mensurable. Es el caso del mundo empresarial, donde las decisiones financieras son en muchas ocasiones cuantificables y se puede medir con relativa facilidad los costes de las alternativas a las que se renuncia. En cambio, en muchas otras ocasiones que atañen al individuo, en nuestro día a día, este coste de oportunidad será subjetivo, el coste de las alternativas dependerá de nuestras preferencias personales. No será igual el coste que tiene para mi el no ver el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona como el coste que pueda tener para ti.
Conclusiones
«No hay tal cosa como un almuerzo gratis». Milton Friedman.
Se dice que la economía es la más vieja de las artes y la más joven de las ciencias. Desde los albores de la humanidad las personas se han enfrentado al problema fundamental de la escasez de recursos en comparación a sus necesidades y, por tanto, han tenido que tomar decisiones económicas, dando prioridad a unos bienes sobre otros.
Entiendo esta disciplina como una gran herramienta para comprender al ser humano, para plantear preguntas, analizar problemas y proponer soluciones que mejoren la vida de las personas, tanto a nivel micro como a nivel macro. Y creo esto porque se sustenta en tres pilares fundamentales a los que podemos llegar con nuestra intuición: la escasez, la elección y el coste de oportunidad. Los recursos a nuestro alcance son los que son, pero nuestras necesidades y deseos son ilimitados. Por ello, debemos elegir entre diferentes alternativas, siendo conscientes de que renunciaremos a los beneficios de aquellas que no elijamos.
Nada es gratis. Todo tiene un precio, lo veamos o no.
Muy bueno. Me recuerda al lema maquiavélico de que el fin justifica a los medios. Toda la realidad puede retorcerse para ajustarse a mi relato. No son pocos los países que inician conflictos bélicos para revitalizar su economía, pero como dices, eso no tiene en cuenta todos los efectos colaterales.
Además, me parece que no hay nadie que decida si avanzar en la inteligencia artificial hasta sus últimas consecuencias es bueno o malo. Simplemente es una negociación de diferentes grupos de poder, y normalmente, en el progreso de estas cosas, gana la opción del grupo más fuerte.
"Piensen en la Segunda Guerra Mundial. Si acuden a artículos o libros de historia, en más de uno encontrarán que tras el conflicto bélico, la economía global creció exponencialmente. Parece extraerse de algunos textos que «lo mejor» que pudo pasar para el crecimiento económico positivo y la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos en los años venideros fue una gran guerra; que debido a la destrucción provocada por el conflicto armado pudo realizarse una reestructuración económicamente tan exitosa."
Esto es lo que dice Putin que está ocurriendo con la economía rusa ahora.