Llego tarde a todo lo dicho, sobre todo por Javier Jurado @jajugon. Pero no quería dejar de comentar tus artículos porque siempre vale la pena.
En primer lugar, reducir la jornada laboral sin ganancias de productividad no tiene sentido y es un brindis electoral al sol. En eso estamos de acuerdo. Conozco varias empresas que han cambiado a la jornada de cuatro días y le has ido muy bien, incluso mejor: pero es que ha subido la productividad. Vía estimulación, vía responsabilización, menos pasilleo... lo que sea. Y, como bien dices, es una empresa de servicios. Haz eso en un bar (o en la Ford) y, sencillamente, los costes suben. Es una regla de 3.
En segundo, y como bien apunta Javier, las ganancias de productividad (o el mercado como dices tú) son condición necesaria, pero no suficiente. Igual que la presión sindical del XIX y del XX. Uno de los males del capitalismo es que, cuando la correlación de fuerzas no es justa, la parte más fuerte no se pone ningún límite. Hablo de información imperfecta, posición monopolística... o poder político. Si no hubiera sido por los (ahora) denostados sindicatos de entonces, no hubiera habido ninguna razón para reducir la jornada. Las ganancias de productividad ya se habían producido, en beneficio de los capitalistas industriales. En conclusión ambos fenómenos fuero imprescindibles. Javier lo explica (como siempre) mucho mejor que yo.
Pero aparte de esa precisión que me parecía importante, considero como tú que no puede el carro antes de los bueyes.
Hola Ignacio. Me remito a lo comentado anteriormente. El aspecto político y cultural tuvo una influencia significativa en la reducción de la jornada. Lo comentado en el post no invalida su papel, solo destaca que la reducción de las horas de trabajo vino precedida por los aumentos en la productividad que, vía efecto renta y efecto sustitución, hizo a las personas decidir trabajar menos horas. El caso español es esclarecedor: la jornada real ya estaba por debajo del máximo legal antes de que se estableciese. Los sindicatos en el pasado ayudaron a reconocer legalmente dicha jornada y tuvieron influencia en su bajada, seguramente por la influencia en las preferencias de los ciudadanos al comprender los derechos laborales. Pero no fueron el germen de este cambio, y su importancia es menor de lo que se suele comúnmente destacar (según la literatura derivada de Huberman y Minns, claro).
Hay una cosa que me parece muy importante destacar de tu comentario. Uno de los males es justamente esa desigualdad en las fuerzas, tanto en los mercados como fuera de ellos. Por eso en los mercados, los ordoliberales daban tanta importancia a unas leyes que preservasen la competencia. ¿Pero es exclusivo del capitalismo la desigualdad de fuerzas? Quizás es algo consustancia a nosotros los humanos, donde en toda sociedad, capitalista o no, siempre exista un grupo de poder y otro que no, lo que empuje al conflicto como proponía Dahrendorf. O simplemente seamos lobos como imaginaba Hobbes. Simples divagaciones, gracias por pasarte.
Gracias, Ménez. Solo algún comentario: Que la reforma legislativa no sea la primera causa, no quiere decir que la lucha obrera no tenga su efecto precedente y causal. La presión que ejerció en la reducción de la jornada me parece innegable, y los empresarios ya iban cediendo terreno cuando la legislación certificó y aceleró el reconocimiento. No deben confundirse una con otra. Había y hay mucho lobby y muchos intereses permeando al poder político como para retrasar ese reconocimiento. Indudablemente el aumento de la productividad hizo posible ese trasvase entre trabajo y ocio, pero el fenómeno es multicausal y no pueden desdeñarse las causas sin aportar valores de cuánto de la varianza explican (aunque reconozco que, en este caso, es difícil cuantificar la “lucha obrera”). El punto de inflexión a partir de 1870 convoca a diversas causas, como las revueltas obreras en torno a aquellos años que se mitigaron con fuego pero también comprando paz social y, al mismo tiempo, con la disrupción tecnológica que hizo aumentar la productividad con una nueva ola de Kondratieff. La presión social comparativa del bloque soviético durante la Guerra Fría también ejerció su influencia.
En cualquier caso, estoy contigo en que este paso del gobierno parece obedecer más a un rédito electoral que a una evolución congruente y viable con el aumento de la productividad. Pero lejos de lo que suele hacerse, ese aumento necesario de la productividad no recae solo en los trabajadores, sino en las carencias de creatividad e innovación que tenemos en el empresariado patrio. Ante la imagen de que el trabajador español calienta mucho la silla pero produce poco para tanta hora, también debe aportarse la imagen del emprendedor que se aprovecha demasiado de trabajos precarios y negocios de bajo valor. Los datos que nos ayuden a esclarecer la realidad sin estereotipos y las medidas que permitan romper con estas dinámicas deberían ser bienvenidas.
Hola Javier. Sin duda si, por eso en el texto apunto que estos estudios, donde la literatura es abundante, no ponen en tela de juicio el papel de la lucha obrera, sino su magnitud. En Historia se le da un papel principal para entender ciertas consecuencias en torno al trabajo, pero Huberman y Minns demuestran dicho papel clave lo tiene el aumento de la productividad. Por ello, no invalidan la importancia de los movimientos obreros, pero si lo relegan puesto que el papel protagonista por lo que a día de hoy sabemos, lo tiene otro.
El tema que apuntas sobre el empresario español es sumamente interesante. No descarto abordarlo en otro post, pues también es importante tornar la mirada hacia ese lado para saber por qué la creatividad, la innovación que fuera si existe, aquí no está. Esto también implica mirar al poder político para observar si se dan las condiciones ideales para que esa creatividad y esa innovación florezca. Aunque puede que haya causas más profundas relacionadas con la educación como apunta Edmund Phelps. Gracias por pasarte, un abrazo.
En realidad hay muchas jornadas de trabajo, el remunerado es uno de ellos pero luego está el trabajo de la casa y los cuidados. Pensar que el tiempo de no trabajo laboral/remunerado es ocio es una falta a la verdad. Hay que ser valientes y reducir la jornada laboral por un tema de derechos de las personas y bienestar. A no ser que queramos condenarnos a la infelicidad, no deberíamos mirarnos en China o USA donde viven para trabajar. Hemos de defender el estado de bienestar tan europeo y poner en el centro a las personas, no a la productividad.
Las 8h al día igual funcionaban cuando solo trabajaba uno de la pareja y había división clara de trabajo fuera y dentro de casa (hombre vs mujer) , pero trabajando ambos no da la vida para todo.
Pasando a una experiencia personal , durante años trabajé 25h semanales y desde hace un tiempo he vuelto a las 40h. Te puedo decir que era más productiva con la anterior jornada, porque saber que terminas a las 14h te pone las pilas para hacerlo todo con una concentración y foco que ahora soy incapaz de tener al saber que la jornada se alarga hasta la tarde.
Creo que pasar a 37,5 va a ser un cambio que nadie va a percibir a nivel de productividad (o al menos en la mayoría de sectores). También se pensaba que caería la hostelería cuando se aprobara la ley antitabaco y ahora da risa pensar lo exagerados que fueron. Dar derechos siempre hace que los sectores más conservadores se revuelvan, pero luego la realidad revela que no es para tanto.
Creo que debemos ir a una jornada de 30h semanales. 6 horas al día ya está bien. Hay que dejar espacio para las otra jornadas que sostienen la vida.
Si los modelos económicos esto no lo avalan, pues habrá que buscar otros. Al final no estamos hablando de una ciencia exacta.
Me gustaría empezar por el final. La economía no es una ciencia exacta como la física por ejemplo. ¿Eso invalida sus estudios? Ni mucho menos. Lo importante, como bien explica Friedman, es que sea científica, en el aspecto de que se propongan unas hipótesis, se analice teóricamente y se estudie empíricamente. Como defiende Rodrick, la economía no es una ciencia exacta porque no explica partículas predecibles (predecibles en teoría, pues ya Heisenberg ponía en tela de juicio este supuesto), sino que intenta analizar el tan complejo comportamiento humano. Pero cuidado con el cientifismo. Las ciencias exactas también tienen cosas inexplicables, como la unificación de la relatividad y la mecánica cuántica en física o la vida y la conciencia en biología. Esas "lagunas" no invalidan lo que conocemos. Por ello, seamos críticos con la economía si, pero entendamos también su utilidad y la de sus profesionales detrás con el valor que tiene, como una ciencia social muy útil y no como simple ideología, pues es un error.
Esto implica que los modelos no son de usar y tirar, sino que llevan el mismo procedimiento que en las ciencias exactas, el de la falsabilidad de Popper. Por tanto, por lo que sabemos, el aumento de la productividad es un paso previo a la reducción de la jornada.
Por otro lado, debemos tener en cuenta lo que decía Sowell. El Estado de bienestar no es gratis, no se sostiene de la nada. Se sostiene vía impuestos por los que producen. Si producimos menos, menor capacidad tendremos de enfrentar el gasto que ello conlleva. Ya tenemos problemas como alertó Draghi. Por eso, si queremos sostener nuestro apreciado estado de bienestar y no ser USA o China como dices, debemos mejorar nuestra productividad para crecer económicamente. Es la única vía. Una jornada de 30h semanales haría esto a día de hoy totalmente insostenible. Gracias por el debate.
Aunque comparto puntos de lo que defiendes, creo que tú concepción de los modelos no es adecuada.
Los modelos son abstracciones para simplificar la realidad y hacerla accesible. Es decir, los modelos nos reflejan lo esperable. No hay que buscar "otros modelos" que nos digan lo que queremos oír. Hay que entender nuestros puntos débiles en los modelos. En ese sentido, el artículo señala claramente el punto débil que es la productividad.
Hay que buscar la manera de aumentar la productividad, eso crea más riqueza y una vez que hay más riqueza se puede bajar el ritmo.
¿Y si el verdadero cambio no pasara por legislar la cantidad de horas, sino por revisar el valor que les atribuimos? ¿De verdad las empresas saben qué aporta cada minuto de sus trabajadores, o sólo miden la presencia y los resultados en el Excel?
Reducir la jornada no garantiza un mejor uso del tiempo, igual que ampliarla no implica mayor productividad. Tal vez la pregunta no sea cuántas horas trabajamos, sino para qué, en qué condiciones y con qué sentido. Y eso, que yo sepa, no lo corrige ningún BOE.
Hola @menez
Llego tarde a todo lo dicho, sobre todo por Javier Jurado @jajugon. Pero no quería dejar de comentar tus artículos porque siempre vale la pena.
En primer lugar, reducir la jornada laboral sin ganancias de productividad no tiene sentido y es un brindis electoral al sol. En eso estamos de acuerdo. Conozco varias empresas que han cambiado a la jornada de cuatro días y le has ido muy bien, incluso mejor: pero es que ha subido la productividad. Vía estimulación, vía responsabilización, menos pasilleo... lo que sea. Y, como bien dices, es una empresa de servicios. Haz eso en un bar (o en la Ford) y, sencillamente, los costes suben. Es una regla de 3.
En segundo, y como bien apunta Javier, las ganancias de productividad (o el mercado como dices tú) son condición necesaria, pero no suficiente. Igual que la presión sindical del XIX y del XX. Uno de los males del capitalismo es que, cuando la correlación de fuerzas no es justa, la parte más fuerte no se pone ningún límite. Hablo de información imperfecta, posición monopolística... o poder político. Si no hubiera sido por los (ahora) denostados sindicatos de entonces, no hubiera habido ninguna razón para reducir la jornada. Las ganancias de productividad ya se habían producido, en beneficio de los capitalistas industriales. En conclusión ambos fenómenos fuero imprescindibles. Javier lo explica (como siempre) mucho mejor que yo.
Pero aparte de esa precisión que me parecía importante, considero como tú que no puede el carro antes de los bueyes.
Hola Ignacio. Me remito a lo comentado anteriormente. El aspecto político y cultural tuvo una influencia significativa en la reducción de la jornada. Lo comentado en el post no invalida su papel, solo destaca que la reducción de las horas de trabajo vino precedida por los aumentos en la productividad que, vía efecto renta y efecto sustitución, hizo a las personas decidir trabajar menos horas. El caso español es esclarecedor: la jornada real ya estaba por debajo del máximo legal antes de que se estableciese. Los sindicatos en el pasado ayudaron a reconocer legalmente dicha jornada y tuvieron influencia en su bajada, seguramente por la influencia en las preferencias de los ciudadanos al comprender los derechos laborales. Pero no fueron el germen de este cambio, y su importancia es menor de lo que se suele comúnmente destacar (según la literatura derivada de Huberman y Minns, claro).
Hay una cosa que me parece muy importante destacar de tu comentario. Uno de los males es justamente esa desigualdad en las fuerzas, tanto en los mercados como fuera de ellos. Por eso en los mercados, los ordoliberales daban tanta importancia a unas leyes que preservasen la competencia. ¿Pero es exclusivo del capitalismo la desigualdad de fuerzas? Quizás es algo consustancia a nosotros los humanos, donde en toda sociedad, capitalista o no, siempre exista un grupo de poder y otro que no, lo que empuje al conflicto como proponía Dahrendorf. O simplemente seamos lobos como imaginaba Hobbes. Simples divagaciones, gracias por pasarte.
Gracias, Ménez. Solo algún comentario: Que la reforma legislativa no sea la primera causa, no quiere decir que la lucha obrera no tenga su efecto precedente y causal. La presión que ejerció en la reducción de la jornada me parece innegable, y los empresarios ya iban cediendo terreno cuando la legislación certificó y aceleró el reconocimiento. No deben confundirse una con otra. Había y hay mucho lobby y muchos intereses permeando al poder político como para retrasar ese reconocimiento. Indudablemente el aumento de la productividad hizo posible ese trasvase entre trabajo y ocio, pero el fenómeno es multicausal y no pueden desdeñarse las causas sin aportar valores de cuánto de la varianza explican (aunque reconozco que, en este caso, es difícil cuantificar la “lucha obrera”). El punto de inflexión a partir de 1870 convoca a diversas causas, como las revueltas obreras en torno a aquellos años que se mitigaron con fuego pero también comprando paz social y, al mismo tiempo, con la disrupción tecnológica que hizo aumentar la productividad con una nueva ola de Kondratieff. La presión social comparativa del bloque soviético durante la Guerra Fría también ejerció su influencia.
En cualquier caso, estoy contigo en que este paso del gobierno parece obedecer más a un rédito electoral que a una evolución congruente y viable con el aumento de la productividad. Pero lejos de lo que suele hacerse, ese aumento necesario de la productividad no recae solo en los trabajadores, sino en las carencias de creatividad e innovación que tenemos en el empresariado patrio. Ante la imagen de que el trabajador español calienta mucho la silla pero produce poco para tanta hora, también debe aportarse la imagen del emprendedor que se aprovecha demasiado de trabajos precarios y negocios de bajo valor. Los datos que nos ayuden a esclarecer la realidad sin estereotipos y las medidas que permitan romper con estas dinámicas deberían ser bienvenidas.
Hola Javier. Sin duda si, por eso en el texto apunto que estos estudios, donde la literatura es abundante, no ponen en tela de juicio el papel de la lucha obrera, sino su magnitud. En Historia se le da un papel principal para entender ciertas consecuencias en torno al trabajo, pero Huberman y Minns demuestran dicho papel clave lo tiene el aumento de la productividad. Por ello, no invalidan la importancia de los movimientos obreros, pero si lo relegan puesto que el papel protagonista por lo que a día de hoy sabemos, lo tiene otro.
El tema que apuntas sobre el empresario español es sumamente interesante. No descarto abordarlo en otro post, pues también es importante tornar la mirada hacia ese lado para saber por qué la creatividad, la innovación que fuera si existe, aquí no está. Esto también implica mirar al poder político para observar si se dan las condiciones ideales para que esa creatividad y esa innovación florezca. Aunque puede que haya causas más profundas relacionadas con la educación como apunta Edmund Phelps. Gracias por pasarte, un abrazo.
En realidad hay muchas jornadas de trabajo, el remunerado es uno de ellos pero luego está el trabajo de la casa y los cuidados. Pensar que el tiempo de no trabajo laboral/remunerado es ocio es una falta a la verdad. Hay que ser valientes y reducir la jornada laboral por un tema de derechos de las personas y bienestar. A no ser que queramos condenarnos a la infelicidad, no deberíamos mirarnos en China o USA donde viven para trabajar. Hemos de defender el estado de bienestar tan europeo y poner en el centro a las personas, no a la productividad.
Las 8h al día igual funcionaban cuando solo trabajaba uno de la pareja y había división clara de trabajo fuera y dentro de casa (hombre vs mujer) , pero trabajando ambos no da la vida para todo.
Pasando a una experiencia personal , durante años trabajé 25h semanales y desde hace un tiempo he vuelto a las 40h. Te puedo decir que era más productiva con la anterior jornada, porque saber que terminas a las 14h te pone las pilas para hacerlo todo con una concentración y foco que ahora soy incapaz de tener al saber que la jornada se alarga hasta la tarde.
Creo que pasar a 37,5 va a ser un cambio que nadie va a percibir a nivel de productividad (o al menos en la mayoría de sectores). También se pensaba que caería la hostelería cuando se aprobara la ley antitabaco y ahora da risa pensar lo exagerados que fueron. Dar derechos siempre hace que los sectores más conservadores se revuelvan, pero luego la realidad revela que no es para tanto.
Creo que debemos ir a una jornada de 30h semanales. 6 horas al día ya está bien. Hay que dejar espacio para las otra jornadas que sostienen la vida.
Si los modelos económicos esto no lo avalan, pues habrá que buscar otros. Al final no estamos hablando de una ciencia exacta.
Me gustaría empezar por el final. La economía no es una ciencia exacta como la física por ejemplo. ¿Eso invalida sus estudios? Ni mucho menos. Lo importante, como bien explica Friedman, es que sea científica, en el aspecto de que se propongan unas hipótesis, se analice teóricamente y se estudie empíricamente. Como defiende Rodrick, la economía no es una ciencia exacta porque no explica partículas predecibles (predecibles en teoría, pues ya Heisenberg ponía en tela de juicio este supuesto), sino que intenta analizar el tan complejo comportamiento humano. Pero cuidado con el cientifismo. Las ciencias exactas también tienen cosas inexplicables, como la unificación de la relatividad y la mecánica cuántica en física o la vida y la conciencia en biología. Esas "lagunas" no invalidan lo que conocemos. Por ello, seamos críticos con la economía si, pero entendamos también su utilidad y la de sus profesionales detrás con el valor que tiene, como una ciencia social muy útil y no como simple ideología, pues es un error.
Esto implica que los modelos no son de usar y tirar, sino que llevan el mismo procedimiento que en las ciencias exactas, el de la falsabilidad de Popper. Por tanto, por lo que sabemos, el aumento de la productividad es un paso previo a la reducción de la jornada.
Por otro lado, debemos tener en cuenta lo que decía Sowell. El Estado de bienestar no es gratis, no se sostiene de la nada. Se sostiene vía impuestos por los que producen. Si producimos menos, menor capacidad tendremos de enfrentar el gasto que ello conlleva. Ya tenemos problemas como alertó Draghi. Por eso, si queremos sostener nuestro apreciado estado de bienestar y no ser USA o China como dices, debemos mejorar nuestra productividad para crecer económicamente. Es la única vía. Una jornada de 30h semanales haría esto a día de hoy totalmente insostenible. Gracias por el debate.
Aunque comparto puntos de lo que defiendes, creo que tú concepción de los modelos no es adecuada.
Los modelos son abstracciones para simplificar la realidad y hacerla accesible. Es decir, los modelos nos reflejan lo esperable. No hay que buscar "otros modelos" que nos digan lo que queremos oír. Hay que entender nuestros puntos débiles en los modelos. En ese sentido, el artículo señala claramente el punto débil que es la productividad.
Hay que buscar la manera de aumentar la productividad, eso crea más riqueza y una vez que hay más riqueza se puede bajar el ritmo.
¿Y si el verdadero cambio no pasara por legislar la cantidad de horas, sino por revisar el valor que les atribuimos? ¿De verdad las empresas saben qué aporta cada minuto de sus trabajadores, o sólo miden la presencia y los resultados en el Excel?
Reducir la jornada no garantiza un mejor uso del tiempo, igual que ampliarla no implica mayor productividad. Tal vez la pregunta no sea cuántas horas trabajamos, sino para qué, en qué condiciones y con qué sentido. Y eso, que yo sepa, no lo corrige ningún BOE.