¿Qué es un incentivo? Se podría definir como algo que motiva o persuade a alguien a realizar o no una determinada conducta. Son estímulos que premian en determinadas ocasiones ciertas acciones o castigan otras. Intuitivamente, todos somos capaces de identificar cómo afectan los incentivos a nuestras acciones.
La teoría de los incentivos tiene una gran fuerza explicativa, nos ayuda a entender el factor detrás de las elecciones que tomamos los seres humanos, a dilucidar esos secretos que se esconden detrás de nuestra toma de decisiones. Existen tres tipos de incentivos: incentivos económicos, incentivos sociales e incentivos morales. Steven Levitt sugiere que todo el comportamiento humano, así como cualquier cambio en el mundo económico, puede explicarse por uno o más de estos incentivos. Por ello, en el presente texto presentaré dos historias independientes que muestran no solo el poder de los incentivos, sino su lado oculto.
El efecto cobra
En la India, en época de la dominación inglesa (1858-1947), las autoridades británicas tenían una gran preocupación con el número de serpientes venenosas, en concreto cobras, que recorrían la ciudad de Delhi. El problema necesitaba una rápida solución, por lo que el gobierno colonial ideó un plan aparentemente sin fisuras: se abonaría una recompensa dineraria por cada cobra muerta que se entregase a las autoridades. En definitiva, la intención de las autoridades británicas era diseñar un incentivo económico para lograr que las personas se comportasen de una manera determinada. El resultado directo de esta política fue todo un éxito: la cacería de cobras por parte de la población redujo efectivamente el número de serpientes de la ciudad.
No obstante, al cabo del tiempo, el gobierno colonial se percató de que algo extraño sucedía. Como observaban, había un menor número de serpientes en la ciudad. Sin embargo, según sus datos, pagaban las mismas o más recompensas que antes de la reducción del número de cobras. Algo no cuadraba.
Las autoridades investigaron las causas de este incremento en las recompensas pagadas a pesar de que el número de ofidios había disminuido. Lo que descubrieron les dejó perplejos. Resulta que, como las serpientes disponibles para cazar en la ciudad habían disminuido, algunos ciudadanos empezaron a criar cobras en sus hogares para poder matarlas y así cobrar la recompensa que el gobierno ofrecía. La acción del gobierno no se hizo esperar y suspendió dicha recompensa.
Esto hizo que dejase de tener valor mantener cobras en cautividad. Por ello, los ciudadanos que las criaban se deshicieron de ellas y las soltaron. La consecuencia de esto fue que la ciudad de Delhi se vio infestada de un mayor número de serpientes venenosas que las que existían antes de la implementación de esta política.
«Algo que merece la pena tener es algo por lo que merece la pena engañar». Fields.
El economista alemán Horst Siebert denominó como efecto cobra a este suceso, que ocurre cuando una determinada política genera un resultado contrario al deseado.
La guardería y los incentivos morales
Los investigadores Uri Gneezy y Aldo Rustichini realizaron una investigación entre enero y junio de 1998 en diez guarderías privadas de la ciudad de Haifa, en Israel. Durante cuatro semanas observaron la conducta de los padres. Descubrieron que un número pequeño de padres llegaba tarde a recoger a sus hijos, lo que obligaba a los profesores de la institución a tener que quedarse más tiempo después del cierre hasta que los padres acudían a por sus niños.
Como solución, la guardería decidió imponer una multa económica de 10 NIS (2,5 euros) para desincentivar la conducta de los padres. Las multas económicas suelen ser una política habitual que siguen autoridades e instituciones para lograr que se cumplan ciertos objetivos. Se utilizan frecuentemente como forma de prevención para determinadas conductas que se pretenden sancionar. Por tanto, la decisión de la guardería nos resultaría lógica e intuitiva para reducir el número de padres que llegaban tarde. Pero ¿qué sucedió?
Los investigadores descubrieron, para su sorpresa, que el número de padres que llegaban tarde a recoger a sus hijos no había descendido, sino que se había incrementado. Pero lo más sorprendente llegó cuando se retiró la multa. El comportamiento negligente de los padres persistió, por lo que el resultado de la investigación fue claro. El incentivo económico tuvo efectos no deseados: el número de padres que llegaba tarde era mayor que antes de aplicar la sanción económica en cuestión.
«Cualquier incentivo es intrínsecamente una compensación; el truco es equilibrar los extremos». Steven Levitt.
Hay varias razones que sustentan este resultado. En primer lugar, la guardería no era consciente de que al imponer una multa económica lo que realmente hacía era sustituir un incentivo moral por uno económico. El incentivo moral era la culpabilidad que sentían los padres de actuar erróneamente por llegar tarde a recoger al hijo. Con la imposición de la multa, los padres se libran “comprando” la culpa. Se pone precio al sentimiento de culpabilidad. Si ese precio es bajo, como sucede en el caso de la guardería, los padres pensarán que su conducta reviste una leve gravedad1. Por ello, al retirar la multa, los padres no variaron su actitud. Al fin y al cabo, podían seguir llegando tarde, pero ahora sin pagar la multa y sin sentirse culpables.
En segundo lugar, al “mercantilizarse” el acudir tarde a recoger a sus hijos, es decir, el tener que pagar por llegar tarde, los padres pueden pensar que la guardería realmente es como si estuviese ofreciendo un servicio adicional. Al convertirse en una transacción económica, los padres pagan algo más por poder recoger a sus hijos más tarde.
Conclusiones
Así es la naturaleza extraña y poderosa de los incentivos. Un simple cambio puede producir resultados drásticos y a menudo imprevistos. Thomas Jefferson señaló esto mientras reflexionaba sobre el pequeño incentivo que llevó al Boston Tea Party y, a su vez, a la Revolución Americana: «Tan inescrutable es el arreglo de las causas y consecuencias en este mundo que un impuesto de 2 centavos sobre el té, impuesto injustamente en una parte aislada del mismo, cambia la condición de todos sus habitantes».
Las enseñanzas que se pueden extraer de estas historias son diversas. La principal a tener en cuenta es lo que el economista Thomas Sowell denomina pensamiento en una sola fase. Este concepto hace referencia a la tendencia de las personas a evaluar las decisiones o las políticas exclusivamente por sus efectos inmediatos y visibles, sin tener en cuenta sus efectos posteriores o indirectos. El ejemplo que suele poner para explicar este concepto es el de los controles de los precios del alquiler. Muchas personas solo tienen en cuenta el efecto inmediato (tope al precio para impedir que suba) pero no tienen en cuenta los efectos posteriores o indirectos de dicha política (escasez de oferta y desincentivo a construir en el futuro). El pensamiento en una sola fase se puede apreciar en las historias presentadas. Tanto las autoridades británicas como los directores de la guardería pensaron en las consecuencias más inmediatas, pero no evaluaron otras consecuencias indirectas que podían provocar sus decisiones.
Los incentivos perversos guían la conducta de las personas a decisiones que no eran las deseadas. El gobierno colonial acabó aumentando la infestación de serpientes venenosas en Delhi. La guardería provocó que más padres llegasen tarde. Ambos buscaban un resultado totalmente opuesto al que, indudablemente, contribuyeron a generar. Por ello, es importante destacar los peligros que pueden tener las consecuencias no deseadas de los incentivos. Una empresa, como la guardería, puede poner en riesgo su actividad si los incentivos a aplicar no están bien diseñados. En algunos casos pueden ser un simple trastorno en su actividad, pero en otros, pueden tener un destino fatal. Ejemplo de ello es el caso de Enron, que motivaba a los empleados con bonificaciones y ascensos basados en beneficios trimestrales, lo que llevó a directivos y empleados a manipular las cifras contables para mostrar siempre beneficios. Estos incentivos mal planteados provocaron la quiebra de la empresa.
A nivel político, el riesgo es igualmente relevante. La Ley Seca en Estados Unidos durante los años 20 del siglo pasado es un buen ejemplo. Para reducir el consumo de alcohol por los problemas derivados de salud y seguridad, se prohibió la producción, venta y distribución de bebidas alcohólicas. Sin embargo, esto tuvo un efecto contraproducente. Se formó un mercado negro, puesto que estas actividades eran altamente rentables, que era controlado por las mafias. Al intentar evitar los inconvenientes en la salud y la seguridad generados por el alcohol, se acabó provocando un aumento significativo del crimen organizado, con los problemas que ello acarrea. Por ello es tan importante contar con la correcta evaluación e información a la hora de elaborar políticas públicas, libre de sesgos y prejuicios, puesto que en muchas ocasiones es peor el remedio que la enfermedad.
El efecto anclaje provoca que tomemos como referencia de la calidad o valor del bien o servicio en función del precio inicial. En este caso, los padres asocian una sanción económica pequeña a un desvalor pequeño de la acción. Si asumen que, debido a la baja sanción económica que deben pagar, la conducta no es tan grave, un mayor número de padres llegará tarde.
Acabo de leer la anécdota de las serpientes hace justo un par de días en un libro que me ha sorprendido por original y con un toque de humor. Humanos, de Tom Phillips. Recomendable y ameno.