¿Somos honrados?
Lo que Paul Feldman y su negocio de rosquillas dicen sobre la honradez y la confianza en las personas.
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El mito de “El Anillo de Giges,” es una historia que Paul Feldman a veces cuenta a sus amigos economistas. Proviene de La República de Platón. Un pastor llamado Giges que tropezó con una cueva secreta que contenía un cadáver con un anillo de oro. Cuando Giges se puso el anillo, descubrió que lo hacía invisible. Sin nadie que pudiera vigilar su comportamiento, Giges procedió a cometer actos deplorables: sedujo a la reina, asesinó al rey, y así sucesivamente. Esta historia planteaba una interesante cuestión moral: ¿podría algún hombre resistir la tentación del mal si supiera que sus actos no podrían ser presenciados?
Todos nos hemos planteado alguna vez si otras personas son de fiar. Si se puede confiar o no en ellas. Lo cierto es que la confianza es un pilar básico en la sociedad. No solo confiamos en aquellos cercanos a nosotros, aquellos que entendemos de nuestro grupo, sino que en las sociedades tan grandes como las actuales, confiamos continuamente en desconocidos para todo tipo de relaciones.
No obstante, debemos prestar atención a la otra cara de la moneda. El engaño y la mentira es habitual en nuestra sociedad. En muchos casos esos engaños tienen un perjuicio personal para aquel que es engañado. Incluso puede tener un perjuicio social si los que engañan son mandatarios políticos y ocupan cargos importantes en la dirección del país (una percepción que puede ser habitual para quien siga la política española). Por ello, en este artículo ahondaremos en la honradez de las personas para determinar si somos de fiar, incluso si nadie nos ve, y en qué medida.
Dos caras de una misma moneda
Disciplinas como la psicología evolutiva y la sociología han estudiado el valor social de la confianza y la honradez en nuestra sociedad. Robin Dunbar, un antropólogo evolutivo, describe cómo los humanos desarrollaron habilidades para confiar y formar lazos sociales fuertes, lo que fue vital para la creación de grupos sociales estables que facilitaran la caza, la defensa y la crianza de los hijos en las sociedades premodernas. Estos humanos que confiaban unos en otros, cooperaban y tenían una mayor ventaja competitiva respecto a aquellos menos cooperativos. Esta adaptación clave ha permitido a los seres humanos formar y mantener relaciones sociales complejas, cruciales para la supervivencia y el éxito reproductivo.
Para los sociólogos, la confianza actúa como pegamento social. Según el influyente Anthony Giddens, la modernidad y la complejidad social han aumentado nuestra dependencia en sistemas abstractos, como instituciones y expertos, donde la confianza es esencial para el funcionamiento de la sociedad. Por otro lado, el sociólogo alemán Niklas Luhmann argumentaba que la confianza reduce la complejidad en las relaciones sociales. Sin ella, cada decisión social tendría que ser minuciosamente evaluada, lo que haría inviable la vida social.
Sin embargo, como bien hemos adelantado anteriormente, engañar, aunque moralmente reprobable, es inherente al ser humano. En Economía es habitual trabajar con supuestos donde el individuo engaña. En teoría de juegos, el engañar o traicionar puede ser una solución racional en función de las expectativas que tengamos sobre cómo actuara el contrario. En mercados donde existe asimetría de información, se puede aprovechar dicha circunstancia para vender productos defectuosos a los compradores.
Al final, la cuestión gira en torno a los incentivos. Como bien dijo W.C. Fields « algo que merece la pena tener es algo por lo que merece la pena engañar ». Steven Levitt brillantemente explicó lo siguiente:
¿Quién engaña?
Bueno, prácticamente cualquiera, si las circunstancias son las adecuadas. Podrías decirte a ti mismo: yo no hago trampas, sin importar las circunstancias. Y luego podrías recordar la vez que hiciste trampa en, digamos, un juego de mesa. La semana pasada. O la vez que moviste la pelota de golf de una mala posición. O la vez que realmente querías una rosquilla de la sala de descanso de la oficina, pero no tenías el dólar que se suponía que debías dejar en la lata de café. Y luego te llevaste la rosquilla de todos modos. Y te dijiste que pagarías el doble la próxima vez. Y no lo hiciste.
Por cada persona astuta que se toma la molestia de crear un esquema de incentivos, hay un ejército de personas, astutas o no, que inevitablemente dedicarán aún más tiempo a intentar vencerlo. Engañar puede o no ser parte de la naturaleza humana, pero ciertamente es una característica prominente en casi todas las actividades humanas. Engañar es un acto económico primitivo: obtener más por menos. - Steven Levitt (2007).
Engañar es más habitual cuando existe un claro incentivo: ganar o perder. Esto puede explicar por qué es tan habitual el engaño en el deporte o en la política. Glaucón, un personaje de La República de Platón, hace referencia al mito del Anillo de Giges para ejemplificar su teoría de que todas las personas por naturaleza engañan. Sólo son honradas por miedo al castigo de la ley o por obtener algún beneficio por ese buen comportamiento. Si fuéramos "invisibles" a la ley como Giges con el anillo, seríamos deshonestos por nuestra naturaleza.
El negocio de cosquillas de Feldman
En 1984, Paul Feldman, un economista estadounidense, lanzó un inusual negocio que dependía de la honradez de sus clientes. Inicialmente, Feldman llevaba rosquillas a la oficina para invitar a sus compañeros del trabajo. Era tal el éxito que acabó llevando muchas más, pero empezó a pedir 1$ por cada rosquilla que comieran, para lo que dejaba una cesta donde podían depositar el dinero. En su oficina la recaudación alcanzaba el 95% del coste. Solo el 5% de los compañeros no pagaba por las rosquillas que comían. Al cabo de unos años, Feldman decidió dejar su trabajo y dedicarse de lleno al negocio de las rosquillas. Cada mañana, distribuía cestas llenas de rosquillas en diversas oficinas de Washington, dejándolas sin supervisión. Junto a las cestas, colocaba un cartel con el precio de las rosquillas (1$) y una cajita donde las personas debían depositar el dinero. Más tarde, regresaba a las oficinas para recoger las cestas con las rosquillas sobrantes y el dinero recolectado. Llegó a entregar 8.400 rosquillas a 140 empresas. Fuera de su oficina, la tasa de recaudación media bajó hasta el 87%. Por debajo del 80% Feldman catalogaba una empresa como poco honesta y dejaba de suministrarle rosquillas.
Este peculiar negocio ha servido como experimento maravilloso para analizar cuán honrados son las personas. Las conclusiones a las que se ha llegado son diversas, y algunas contraintuitivas, pero son de sumo interés para entender cómo actuamos:
La principal conclusión es que las oficinas pequeñas son más honradas que las oficinas grandes. Aunque podría parecer que en las grandes existen más testigos en caso de robo, el experimento de las cosquillas sugiere que los incentivos sociales como la vergüenza actúan con mayor fuerza en las oficinas pequeñas. Esto se debe a que en las pequeñas la gente se conoce más, y al ladrón es más probable que todos le conozcan, con el consiguiente rechazo o señalamiento social que ello acarrea. Este resultado es similar a otros estudios sobre las ciudades: en aquellas más pequeñas la delincuencia per cápita es menor.
Las personas que no pagaban, casi nunca se rebajaban a robar el dinero de la cesta. Esto tiene que ver con el contexto social del robo: para Feldman el sustraer una rosquilla sin pagar es un robo, mientras que para el trabajador que lo hace seguramente no lo considere de tal gravedad. En cambio, llevarse el dinero si que lo considera de suficiente entidad como para catalogarlo como robar.
Una de las conclusiones más destacadas está relacionada con los crímenes de cuello blanco: crímenes realizados por personas con puestos de poder o autoridad en el ámbito empresarial o profesional. Según el experimento de Feldman, cuanto más arriba en el escalafón, más rosquillas se robaban. La hipótesis que propuso como explicación es que los directivos y personas de alto estatus en la empresa están acostumbrados a tener ciertos privilegios y, lo que es más importante, creen que tienen el derecho a tenerlos.
La moral importa: en aquellas empresas donde los trabajadores están más a gusto con sus jefes, la cifra de pagos es mayor.
Otras circunstancias parecen estar correlacionadas con la honradez: en época de bonanza económica, la gente tiende a ser más deshonesta. Asimismo, cuando el clima es frío o en vacaciones, la gente paga menos, quizás debido al humor o al estrés respectivamente.
Conclusiones
Todo esto seguramente sorprenda a muchos de vosotros. Empero, no habría sorprendido a Adam Smith. De hecho, el tema principal del primer libro de Smith, La teoría de los sentimientos morales, era la honestidad innata de la humanidad.
Por egoísta que se suponga que es el ser humano, hay evidentemente algunos principios en su naturaleza que lo interesan en la fortuna de los demás y hacen que su felicidad sea necesaria para él, aunque no derive nada de ella, salvo el placer de verla. - Adam Smith (1759).
¿Somos honrados? Creo que si, al menos, como pensaría Feldman, en el 87% de los casos. Sin embargo, muchos de nosotros tenemos la sensación de que la deshonestidad y la corrupción es abundante en la esfera pública. ¿Cómo es posible que, si la mayoría de nosotros somos honestos, tengamos la percepción de que no sucede así entre políticos y mandatarios? Quizás es porque los peores llegan arriba. La explicación, querido lector, la encontrará en un futuro artículo.
- Ménez.



Qué buen artículo, cuánto lo he disfrutado. Me ha llevado a preguntarme muchas cosas:
— ¿Seguiría Giges haciendo trastadas después de un tiempo o se aburriría y las que hizo fue sólo por la novedad?
— ¿Son deshonestos los animales o sólo el hombre? ¿Y el resto de primates?
— ¿Cómo sabemos que el índice de impagos no eran, en realidad, robos a la caja? En una empresa puede haber 9 honrados y uno que roba $20, lo que la dejaría en empresa deshonesta. Supongo que Feldman tuvo esto en cuenta, tendré que leer más si quiero responderlo.
Por cierto, el corrector te ha cambiado rosquillas por cosquillas en un par de sitios, lo que hace que el texto sea aún más ameno :)
Me gusta mucho 😃 como comparas los temas. Aquí, las rosquillas.